sábado, 8 de diciembre de 2012

UN CUENTO DE LUZ.


   Erase una vez ... un enorme arrozal donde el sol derramaba sus rayos generosamente, el agua caía del cielo a baldazos, unos pájaros de plata volaban en perfecta escuadra por el cielo azul, limpio de nubes, las flores abrían sus capullos silenciosamente por las noches, a escondidas, en secreto, cuchicheando entre sí  y las mariposas azules remontaban vuelo impulsadas por la brisa ...
   En ese paraíso risueño vivía Camila con sus tres añitos recién cumplidos, su pelo de oro y sus ojos del azul claro turquesa del riacho cercano. Menudita, menudita, con su mamá que todo el tiempo le daba masajes tiernos a su corazón, "para que nunca se olvide de palpitar", con su perrito BIJOU, que le regalaba besos de lamidas y su papá, un brasilero sano y fuerte, que trabajaba todo el santo día "para que no les falte nada", vendiendo las verduras y las frutas que él mismo plantaba y cosechaba. Por las noches, le contaba cuentos acerca de sus proveedores del pan , como decía. Hablaba y cantaba mezclando palabras de los dos idiomas. Dibujaba como un artista las bondades de cada uno de sus productos. Primero , explicaba a Camila , debían acordarse del ramito de albahacas, para esconder debajo de la almohada , porque espantaba los malos sueños, el cedrón para que el corazoncito de la nena creciera  fuerte como ningún otro. La manzanilla para que no le duela la panza y ¿ por qué no ...? el poleo y el burrito. Las naranjas y los pomelos con mucho jugo, para que nunca se resfríe, las bananas para que no  le dieran calambres, las manzanas para robarle el rubor y ponérselo a las mejillas de Camila que iba cerrando los ojitos hasta quedarse dormida y soñar con calabazas convertidas en carruajes dorados, lechugas aseñoradas que tenían mucha plata, remolachas que manchaban el aire con su rojo violento . Aparecían también las flores que la enjoyaban con collares de colores y pulseras plateadas en dulce montón. ¡Ay, qué mezcla tan extraña !cuando despertaba Camila ya no sabía si sus sueños eran verdad o su verdad era un sueño.
   Como era tan, pero tan feliz, los ángeles oscuros sintieron envidia y un día vistieron al cielo con negros nubarrones , de luto cerrado mientras el viento se lamentaba arrasando con todo lo que se le ponía a su paso. Ese día, la mamá de Camila, calladita como siempre , sin quejas y sin llantos, se mudó al cielo...
   El hombre de las verduras no pudo con la niña y el dolor. Las monjas recogieron a Camila . El pobre brasilero de voz cantarina, que estaba lleno de risa por dentro y por fuera , de un día para el otro se puso triste y marchito como las verduras cuando no se podían vender.
   La niña perdió a su amada mamá pero los ángeles buenos le regalaron un montón de mamás del corazón que la amaron con desmesura y la ungieron con aceites de generosidad y perfume de gratitud.
   Camila superó rápidamente el miedo a lo desconocido , creció y se convirtió en una personita de buen carácter, modales suaves, optimista , franca y servicial., llena de energía y creatividad y muy hábil manualmente. La criaron con la teoría de que "la haraganería es la madre de todos los vicios " y jamás mantuvo sus manos quietas. Con el tiempo llegó a ser la mano derecha de la superiora. Su mundo limitaba con las rejas del colegio. Era feliz y no deseaba nada más.La vida era para ella un goce permanente. Bijou se puso viejito pero nunca olvidó sus besos de lamida y un día se durmió
 tranquilamente ...
   Su papá también se recuperó y fue sanando sus heridas. Le volvió la risa y la alegría. La visitaba religiosamente todos los fines de semana, siempre cantando , con su carro de verduras sin aceptar un centavo de las monjitas y separando para ellas lo mejor . Ultimamento agregó flores y las más bellas eran para la capilla del colegio.
   Un día cualquiera dejó de venir... Camila lo llevó siempre en su corazón, tal como fue en vida. Un ser luminoso que compartió su destino con ella y le dejó su luz para que la guiara por el camino del bien y del contento.


   Cuentan los lugareños que vieron volar al cielo al verdulero, llevado por coro de ángeles buenos un día de éstos, previos a la Navidad. Y dicen que así fue. Que lo pueden firmar si así lo quieren ...


        ..." Se había ido el sol ? Y se quedaba 
              aquella luz allí, posada, para siempre,
             en verdad mía, conmigo ..."

                     JUAN RAMON JIMENEZ.

NIÑA DE ORO de MAITE SANCHEZ (VOLARELA)


                                                     NIÑA DE ORO de MAITE SANCHEZ (VOLARELA)



Sus piernas rozaban la hierba mientras corría tras una mariposa, pero sus deditos sólo lograban aprisionar el aire azul, que después se escurría de nuevo hacia arriba.
Corría, como en un baile de luciérnagas, de flor en flor:
--Quiero la azul; no, la rosa, o aquella de pétalos de insecto. ¡Quiero todas!
Orquídeas, crisantemos, campanillas... iban sonrojándose a su paso. Y un pequeño pajarillo la observaba, subiendo y bajando su cresta.
-- ¿Es un rey?
-- Sí, un pequeño rey... de un árbol.
-- ¿Puedo ver su nido?
-- Sí, pero le asustarás. Oye como canta.
-- Parece una flauta. Yo también quiero tocar la flauta, señor Parus cristatus.
-- ¿Cómo sabes su nombre?
-- Me lo ha dicho.... él mismo -- reía.
Los colores del mundo se refrescaban con su voz; el agua hacía un alto en su camino para sentir el tacto impetuoso de sus pies, el sol pensó que una de sus manchas se le había escapado.
Mojó sus manos con la pureza del manantial, quiso dar de beber a un perezoso gato; corrieron sus cabellos tras las plumas aladas del diente de león, y, llenas de tierra sus rodillas y su vestido, gritó: ¡quiero ser viento y no parar nunca!. Dile a Dios que me ponga alas, díselo.

Después fue recorriendo las sombras y las luces de las copas gigantes, como sombrillas agujereadas, saltando de luz en luz, sin pisar los óvalos oscuros.
Quería girar en un corro de estrellas: una, dos, infinitas veces...Volaba su falda, se disparaban sus sueños.

Y años más tarde, la vi saltando de palabra en palabra: Odontospermum, Lilium, Oryctes, Merops...; y más tarde, buscando cada alma de la creación, vistiéndose con los brillos de todas ellas; entregándoles su mano sin cesar.

Pero aún quedaba la lección del fondo, la de cogerse los pies y rodar y rodar, y caer y caer, hasta extraer el último sentido de su vida; de la Vida.

Con el Sentido en su pecho, llegaría al espejo de un gran lago y descansaría sobre él, provocando ondas de paz.


Y entonces, sí, alguien le diría a Dios que es hora de ponerle alas.